Recuerdo de Isidoro Rodríguez a Jaime Rubio, propulsor de las primeras expediciones deportivas al Everest de Castilla y León
El leonés, fallecido a principios del pasado mes de diciembre, recibió un bonito homenaje en su Fasgar natal
El Tambarón es una modesta montaña de 2.102 metros de altitud que se encuentra ubicada en la leonesa Sierra del Gistredo, al final del Valle Gordo entrando por Omaña, siendo el límite con el Bierzo, deslindando asimismo las cuencas de los ríos Duero y Sil.
Por su parte el Everest, situado en el Himalaya hace la divisoria entre Nepal y el Tíbet, y su cima alcanza el punto más alto del planeta que habitamos con 8.848 metros.
Pero, ¿y que tienen de común estas dos montañas tan diferentes y distantes?
A los pies del Tambarón, en la localidad de Fasgar, nace en 1905, Samuel Rubio. El paso del tiempo haría que aquel maestro de profesión y poeta de devoción, amante de la Naturaleza y de las montañas, se impusiera, ya cumplidos los 77 años, el propósito de ascender el mayor número posible de las montañas de León que sobrepasan los dos mil metros.
La verdad es que ya había ascendido unas cuantas, destacando que cuando estuvo de maestro en Torrebarrio llevó a la cima de Peña Ubiña a un grupo de sus alumnos. Cuando murió, a la edad 88 años ya llevaba ascendidos 180 dosmiles, entre ellos los nada sencillos del Llambrión y del Torrecerredo, las dos montañas de mayor altitud del noroeste de España, cumbres que alcanzó con 85 años. Casi siempre acompañado por su hijos Jaime y Samuel, y en ocasiones por su yerno Jerónimo, le comentó al primero que de haber vivido en otra época, sus piernas le podrían haber llevado al Everest.
Jaime siguió la estela de su padre y continuó con los ‘dosmiles’, proponiéndose además, en llevar adelante lo que su padre no había podido finalizar al haber empezado a tan avanzada edad.
Y de esta manera, Jaime siguió ascendiendo cumbres, algunas de bastante dificultad para los no escaladores, como las Torres del Torco, Tiro Llago o Madejuno, y también Peña Santa o Torre Santa, la más elevada y hermosa cumbre del macizo occidental de los Picos de Europa y una de las montañas más espléndidas de nuestra geografía. Precisamente, a raíz de su escalada a esta última montaña se inició la Expedición Samuel Rubio de Castilla y León al Everest, que intentó alcanzar el techo del mundo en el post monzón de 1999.
Mecenas de las primeras expediciones de la Comunidad
Jaime no participó deportivamente, pero fue el que hizo las gestiones necesarias para que el proyecto saliera adelante. Un otoño adverso climatológicamente hablando, que imposibilitó el asalto final a la cumbre, nos hizo volver satisfechos por haberlo intentado con todas nuestras fuerzas, aunque sin haber logrado el premio máximo.
Cuando llegamos de regreso al aeropuerto de Barajas fuimos recibidos calurosamente por Jaime, quien después de abrazar a todos, en un aparte me preguntó:
-¿Estaríais dispuestos a volver al Everest a intentarlo? Veníamos muy cansados después de dos meses y medio por el Himalaya soportando continuas nevadas que tapaban con frecuencia el trabajo que habíamos hecho los días anteriores sumiéndonos en el desánimo. Yo había hecho una encuesta entre todos los expedicionarios y la mayoría, menos Tente -por Lagunilla-, quien me pidió unos días de reflexión, me había dicho que no volverían. Pero yo conozco bien al grupo y no dudé en decirle a Jaime que adelante, que en la primavera del 2001 lo podríamos intentar de nuevo.
Tres de los integrantes del grupo expedicionario no pudieron repetir, dos por motivos laborales y el tercero por haber sufrido una importante lesión unos días antes de la salida, pero la incorporación de tres nuevos alpinistas no hizo cambiar la excelente sintonía del grupo.
De nuevo Jaime se implicó en cuerpo y alma en el proyecto, y así la nueva Expedición Samuel Rubio de Castilla y León al Everest se puso en marcha. Al mediodía del 22 de mayo de 2001, tres solitarias figuras, pues fueron los primeros en ascender aquel año, y los únicos aquel día, ponían los pies en la cumbre más alta de la Tierra: los 8.848 metros del Everest, Sagarmatha para los nepalís y Chomolangma para los tibetanos. En la cima quedó enterrada en la nieve una foto de Samuel Rubio, aquél que una vez dijo que sus piernas le podrían haber llevado a la cima del Everest.
Cuando comunicaron la noticia por la radio, desde la misma cumbre, Jaime, que había hecho hacía unos días el trekking que conduce al Campo Base del Everest, a 5.300 metros, conviviendo con nosotros unas jornadas para transmitirnos su apoyo, y que estaba descendiendo por el mismo camino, a unos días de dicho campamento, escuchó la noticia desde un templo tibetano de una forma casi milagrosa, pues no tenía cobertura habitualmente con la emisora que llevaba.
Una vida de éxito
Jaime Rubio poseía una inteligencia fuera de lo normal, lo que le permitía hablar con fluidez siete idiomas. Ingeniero industrial trabajó varios años en la dirección de una fábrica en Alemania hasta que en el inicio de los años ochenta fue reclutado en Cataluña para dirigir el Plan de Reconversión Textil. Su excelente trabajo basado en su capacidad de gestión y su eficiencia, hizo que en 1988 le fuera concedida la Cruz de San Jordi por la Generalitat.
El viernes, 9 de diciembre, en la plaza del pueblo de Fasgar, su hermano Samuel oficiaba las exequias por Jaime Rubio, quien había fallecido de forma inesperada poco después de una intervención quirúrgica por una fractura de tibia y peroné a los 75 años de edad.
Momentos emocionados en los que dijimos adiós al compañero, hermano, padre y amigo, pues era todo eso para nosotros. Seguiremos recordando su contagiosa alegría y la fuerza interior que transmitía su gran personalidad.
Gracias Jaime, por haber compartido una parte de tu vida con nosotros y por dejarnos formar parte de ella.
Isidoro Rodríguez Cubillas