El Club Fuentes Carrionas profundiza en la evolución de la montaña y los deportes que la rodean a propósito del aniversario de sus cuatro décadas de vida
La entidad defiende que la comodidad de la sociedad es el principal peligro de las actividades de montaña y de los clubes deportivos
Hace 40 años la cumbre estaba en el Pico Espigüete o en el Curavacas. «Nuestra frontera estaba cerca», admite Luis Antonio Ruiz, socio fundador del Club de Montaña Fuentes Carrionas. Luis Antonio, junto a otra treintena de jóvenes inquietos miraban de reojo al horizonte. Buscaban su particular frontera con la idea de escalar, de ascender, de moverse. «Eran tiempos distintos y queríamos hacer deportes de montaña», admite un socio que pasa las páginas de un club que cumple su cuadragésimo aniversario el próximo 22 de diciembre.
Entonces, el pantalón de pana o «bávaro», como le llamaban, era la última moda para ascender el Everest o cualquier pico de la Montaña Palentina. «Era un pantalón que te daba calor en verano y frío en invierno», bromea Luis Antonio. Lo recuerda a propósito de la exposición «La montaña en clásico», una muestra que repasa la evolución de los deportes de montaña a lo largo de cuatro décadas cargadas de revoluciones.
De aquella treintena de socios apenas quedan diez entre los 250 que conforman el club en la actualidad. «Pocos entienden que cuando decidimos darle el nombre de Fuentes Carrionas para identificarnos con nuestra montaña, teníamos que pedir permiso al gobierno civil para poder juntarnos más de tres personas», relata el coordinador de la entidad. «Ahora se valora mucho menos el colectivo», interrumpe el presidente del club, Alfredo Vázquez.
Las botas de escalada, los mosquetones, los crampones, los picos… Todos los materiales han evolucionado una, dos, tres veces… Lo han hecho de forma casi constante junto a la sociedad. Sin embargo, para el Fuentes Carrionas la verdadera evolución de la montaña se ha dado muy lejos de esta. «La sociedad se ha acomodado. Antes éramos capaces de coger un tren burro, hacer travesías de horas para llegar a nuestro destino, y ahora nos preguntan si el refugio tiene jacuzzi», afirma Luis Antonio Ruiz.
Los socios fundadores de uno de los clubes ilustres de Castilla y León, pioneros en el alpinismo a nivel nacional con figuras de la talla de Tente Lagunilla, lamentan ese cambio en la mentalidad de los jóvenes. «Ahora quieren llegar con el coche prácticamente hasta la vía de escalada, hacerlo con su vehículo y a la hora que mejor les plazca. Se ha perdido el sentimiento de grupo», defiende el presidente de una entidad que atravesó su momento más delicado hace cinco años, cuando Alfredo y un grupo de socios tuvieron que asumir la directiva para evitar la desaparición de un club fundado en 1973. «Ahora luchamos por transmitir aquellos valores que nos llevaron a fundarlo. Lo hacemos con las marchas, con la Semana de Montaña o con travesías en bicicleta. Nuestra pasión es la montaña», subraya Luis Antonio. Los valores de un club que trata de explicar con su exposición que los materiales puede cambiar -de los pantalones de pana a las prendas con sistema Gore Tex-, pero no los motivos que impulsaron a crear un colectivo por el que han pasado más de 1.500 deportistas y que en los años ochenta llegó a alcanzar los 400 socios.
Escuela de alpinistas
El Club de Montaña Fuentes Carrionas también experimentó el «boom» de los ochenta con Reinhold Messner como estrella del momento. La ascensión sin oxígeno y en solitario del alpinista italiano al monte Everest propició una nueva revolución. Eran los años en los que Tente Lagunilla irrumpía en un club que crecía a pasos agigantados. «Mirábamos más allá del Espigüete y del Curavacas. Queríamos salir de Palencia y podemos presumir de formar a los mejores montañeros. Ya eran alpinistas», destacan los socios fundadores.
Más tarde llegaron los lazos con otros clubes a nivel nacional. Las expediciones a Chamonix en los aledaños del Mont-Blanc. Eran las lecciones de Florencio Reol o «el maestro», como le conocían en el club. «Fue un adelantado a su época. Ahora alucinaría con los nuevos materiales. Él, que siempre se abrigaba, porque decía que lo que quitaba el frío también quitaba el calor», bromea Luis Antonio con un testimonio que resume cómo han evolucionado el mundo de la montaña. Una evolución constante que no quiere perderse el Fuentes Carrionas. «El espíritu es el mismo. Despertarse y adentrarse en la montaña», concluyen los fundadores. Cuarenta años les avalan.