0 km
Distancia
06:00 h
Tiempo
0 m
Desnivel +
0 m
Desnivel –

Esta ruta, nos invita a ascender a una estructura geomorfológica singular, una formación que sirve de enlace entre la llanura castellana y la montaña de la Cordillera Cantábrica. Un recorrido apto para el senderismo e incluso para la carrera, alrededor de un entorno que sirvió de enclave defensivo desde la Edad del Bronce.

En el extremo noroeste de la provincia de Burgos, lindando con las vecinas de Palencia y Cantabria, se extiende un páramo calizo del Mesozoico que constituye el punto de unión entre la Cordillera Cantábrica y la cuenca sedimentaria del Duero. Nos encontramos en la comarca de las Loras, un extraordinario paisaje geomorfológico de relieve plegado en el que son frecuentes las estructuras rocosas alargadas que emergen sobre los campos de cultivo castellanos, siendo Peña Amaya la más elevada de todas, destino al que dirigiremos hoy nuestros pasos.

Una fortaleza natural desde la Edad del Bronce hasta la época de los romanos.

La impresionante mole pétrea de Peña Amaya, con sus 1377 metros, es bien visible desde muchos kilómetros a la distancia, lo que la convierte en un privilegiado emplazamiento que disputaron los hombres desde la Edad del Bronce, pasando a ser uno de los principales castros que perduraría hasta el último episodio de la conquista romana de la Península.

La excursión que hoy proponemos nos permitirá conocer «La Peña» -que es como por la zona se la conoce- desde todas sus vertientes. Para ello proponemos dejar nuestro vehículo en el mismo pueblo de Amaya, junto al panel informativo situado donde comienza la pista que asciende a la mole rocosa. Cuando tan solo llevamos un kilómetro de subida por esa pista dejaremos el trazado principal -muy cerca ya del aparcamiento superior- y tomaremos un desvío a la izquierda. El trazado del camino desciende por una ladera que abre vistas sobre unos campos sembrados, rodeando La Peña por su vertiente oeste en dirección hacia los Puentes de Amaya, donde quedan los restos de algunas casas del municipio que a finales del siglo XIX contaba con 22 vecinos. No nos hará falta llegar hasta este lugar, pues un poco antes de cruzar el puente sobre el arroyo Gallinas giraremos hacia el norte por un camino que discurre junto al bosquecillo de pinos. Seguiremos así hasta una alambrada donde giraremos para continuar junto al cercado (dirección sur) en fuerte pendiente, para dar paso a una traza evidente aunque poco marcada se dirige hacia la zona rocosa que empieza a aparecer por encima de nosotros. Sin grandes complicaciones progresaremos hasta alcanzar el collado de Solacueva, el aparcamiento -que es donde termina la pista que abandonamos al principio de nuestra ruta- y «la trinchera». Desde ahí ya vemos nuestro primer objetivo del día El Castillo, que se antoja casi inexpugnable ante nosotros.

Sin duda una impresionantes paredes son las que sujetan esta perfecta mesa, a medio camino entre la llanura castellana y las montañas de la Cordillera Cantábrica.

Las plácidas praderas nos acercan ahora hacia la impresionante mole rocosa por un camino muy evidente que progresivamente va tomando altura hasta llegar muy cerca del farallón desde donde tendremos una buena vista -hacia abajo- sobre los restos del antiguo castro. Será el momento de rodear la muralla de roca, y lo haremos por un estrecho senderito que recorre longitudinalmente su falda norte y que nos conduce hasta una gran brecha desde la que ya damos vista a la vertiente opuesta. Desde este lugar privilegiado tenemos ya muy cerca la cumbre del Castillo, a la que se accede por un prado empinado fracturado entre dos crestas de roca. Tras disfrutar de las vistas descenderemos de nuevo por el mismo itinerario hasta la brecha, desde donde tomaremos una estrecha senda que discurre hacia el este por la parte inferior el farallón durante cerca de quinientos metros, tras lo cual debemos estar atentos para encontrar el lugar donde es posible acometer el ascenso a la Muela, que es como se conoce a la segunda atalaya. Se trata de una extensa planicie rocosa en la que, hacia el este, pronto veremos los restos de un chozo derruido y, a lo lejos, algo más al noreste, el vértice geodésico que marca los 1.377 m. de la cumbre.

Desde el punto somital, deberemos encaminarnos hacia el sureste, en busca del balcón rocoso, hasta encontrar un punto -marcado con un hito- en el que tras un fácil destrepe podremos alcanzar la terraza inferior. Una vez en ella, una senda nos dirige hacia el oeste bajo la vertiente sur de La Peña. Tras pasar una alambrada el terreno se hace más cómodo, discurriendo en horizontal por unos praderíos con difuminados senderos que nos dejan en una pista, ya junto a la fuente de Hongarrera, cerrando así el bucle de Peña Amaya al llegar junto al Castro. Desde aquí el descenso se hace por camino conocido, pasando por «la trinchera», el aparcamiento y la pista de bajada hasta Amaya.

Observaciones

  • La comarca de Las Loras-Peña Amaya-Humada ocupa una extensa franja entre el límite de la provincia de Palencia al oeste y el Páramo de Masa al Este. Pertenece a la Red Natura 2000 y forma parte del Geoparque de Las Loras
  • El itinerario no tiene dificultad. Sin embargo exige ir con atención en los tramos más verticales y, sobre todo, tener muy en cuenta las condiciones climatológicas, pues con mal tiempo y poca visibilidad puede ser muy complicado encontrar los puntos de entrada y salida de las diferentes paredes rocosas.
  • El recorrido es adecuado para hacerlo en carrera en cuyo caso el tiempo se reduce considerablemente

Autor

Escrito por Nacho Sáez
Montañero burgalés que alterna una intensa actividad por las cumbres de las cordilleras de Castilla y León con la narración de sus andanzas. Junto a su inseparable compañero Eloy Santín, ha ascendido y catalogado las más de cuatrocientas cumbres de la Comunidad Autónoma que superan los dos mil metros de altura. Ambos fueron los responsables de la publicación del libro «Montañas de Castilla y León», que recopila algunas de las cumbres más representativas de nuestra región. Autor también de la guía “El Canal de Castilla, Una ruta con mucha historia”, proponiendo un recorrido, esta vez lejos de las cumbres, que se recrea con la historia que rodea a esta insigne obra de ingeniería hidráulica.

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