La apertura de la vía Levitación Transcendental en abril de 1984, en Vegacervera, marcó un antes y un después en la escalada castellano y leonesa
Miguel Ángel García ‘Miche’: «Aún quedan muchas paredes donde trazar nuevos itinerarios como en los Arribes del Duero o en Picos de Europa, pero son pocos los aperturistas con ganas de abrir vías»
«Fueron unos años muy especiales». Eran esas fechas que aún recuerdan sus protagonistas entre la nostalgia por cualquier tiempo pasado y la aureola de desafío que rodeaba a todo en los años ‘ochenta’ en España. La escalada y la montaña también vivieron su particular ‘Movida madrileña’, aunque en Vegacervera (León) ni apareciesen -ni se les esperase- a Nacha Pop o Radio Futura; o aquellas jornadas de escaladas y aperturas no tuvieran cabida en la televisiva Bola de Cristal.
Era esa época en la que una concepción de la escalada (y por antonomasia, de la montaña) entraba por los ojos de decenas de escaladores de León «pero también de Palencia o Valladolid», admiten los implicados.
La aparición del libro ‘Escaladas en Yosemite’, importado de Estados Unidos, homogeneizó a los deportistas de las paredes de Vegacervera con cintas en el pelo, bolsas de magnesio y pantalones blancos de pintor. Era el particular uniforme de todos esos jóvenes escaladores que se reunían en el Bar La Roca a conversar tras una larga jornada colgados en alguna de las paredes que recorren el característico desfiladero, centro neurálgico de escalada en aquel entonces.
De las poco más de veinte vías de escalada clásica en el comienzo de los años ochenta, a las más de trescientas -entre clásica y deportiva- de la actualidad. Con ellos comenzó un ‘boom’, que ha pasado por altibajos a lo largo de tres décadas, y que vuelve a estar en apogeo en nuestros días, con el auge de los deportes de montaña y la pujanza de la escalada deportiva.
Sin embargo, entre todas las aperturas de vías de la época, la conseguida en abril de 1984, concretamente el 22 de abril, marcó un antes y un después en la escalada castellano y leonesa, y especialmente en León.
La cordada formada por Miguel Ángel García ‘Miche’, Julio César Ludena, Álvaro Marcos y Santiago Fernández se reunían fin de semana tras fin de semana para acometer alguna escalada. «Era Semana Santa, y Santi se había marchado al Atlas, y nosotros no quisimos desaprovechar el tiempo y nos fuimos a Las Hoces», recuerda Miche, quien aún hoy en día admite que mantiene ese espíritu aventurero que le lleva a seguir trabajando en la apertura, equipación y/o reequipación de vías.
«Había que aprovechar el momento, porque en aquella época no se podía escalar en Las Hoces durante todo el año. Aquel 1984 hacía bueno, y las condiciones eran ideales y no se podía faltar a la cita de las Hoces. Era un foco de escalada, de reunión… Nos unía esa pasión por aquel desfiladero de más de un kilómetro y medio«, señala el escalador leonés, técnico deportivo de montaña en la actualidad.
«Nos atraía esa pared de entre 110 y 120 metros de de escalada. No era ni más, ni menos difícil que otras, pero era peculiar», afirma Miche, quien indica que entonces la señalaron con un nivel de dificultad VI-, pero que aún hoy en día les «tiran de las orejas», porque «dicen que es un 6b». «La verdad es que no llegamos a pensar que se convertiría en una vía clásica, ni siquiera que serviría para graduar a otras de la zona. No es la más difícil tampoco, pero sí se ha convertido en un examen para poder enfrentarte a otros itinerarios Las Hoces», analiza el deportista leonés.
Punto de inflexión y proliferación de vías
Para Isidoro Rodríguez, experimentado escalador, considerado por muchos ‘padre de la escalada leonesa’ y que cuenta en su currículum con varias publicaciones relacionadas con el tema, la Vía Levitación «marcó un punto de inflexión». «Es una de las míticas y marcó un antes y un después, más por el momento que por la propia vía. En Las Hoces se comenzaron a abrir vías a finales de los setenta, pero es a partir de Levitación cuando la zona se convierte en una zona de peregrinación de los escaladores castellanos y leoneses», afirma Isidoro.
«Además, a partir de su apertura se comienzan a acometer vías más largas y complicadas», subraya Rodríguez Cubillas.
Levitación dio rienda suelta a ese movimiento denominado ‘free climbing’, que aunque apenas duró dos años, caló en sus protagonistas. «Luego llegó la escalada deportiva que primaba la dificultad y todo cambió», afirma Miche con cierto desazón. «Muchos no entendíamos que era eso de escalar paredes de 40 metros… ¡Si las había de 200!».
«No solo era el tipo de escalada, sino también la concepción de esta dentro de los deportes de montaña. Antes había una serie de pasos que tenías qie ir dando antes de llegar a escalar: senderismo, ascensiones … En la actualidad puedes saltártelos, vas al rocódromo y listo. Yo prefería la roca a estar partiéndome el pecho con paredes pequeñas», agrega el aperturista de la Vía Levitación.
«Hoy en día, los aperturistas y equipadores se cuentan con los dedos de una mano»
Para Miguel Ángel García ‘Miche’, la escalada ha vivido altibajos a lo largo de estos treinta años. «Ha habido épocas en los que las paredes de Las Hoces estaban vacíos, pero ahora siempre ves a alguien», afirma.
«Se ha recobrado el interés por este deporte, y eso siempre es bueno», comenta antes de analizar la posible incidencia de la designación olímpica de la escalada deportiva. «De una forma o de otra, creo que va a revertir en la escalada clásica. Puede ser una fuente de ingresos para reequipar muchas de las escuelas de escalada deportiva que se encuentran con anclajes totalmente obsoletos», señala Miche.
Con respecto a ese «espíritu aventurero», marcado por aquella época de ‘Movida Madrileña’ versión influenciada por el Yosemite estadounidense en Vegarcevera, Miche lo tiene claro. «Aún quedan vías por abrir y lugares por trabajar. En Las Hoces a lo mejor no te las ponen a pie de carretera y hay que andar, pero hay zonas. También hay lugares muy atractivos en los Arribes del Duero o en Picos de Europa, solo existe el problema de que los aperturistas o los equipadores los contamos con los dedos de la mano. Quizá hay menos ganas de innovar o menos vocación de servicio para que beneficien otros», concluye uno de los artífices de aquel movimiento ochentesco con ganas de revolucionar la montaña con cinta en el pelo y bermuda blanca.
«Picos de Europa me da la vida. En los dos récords del anillo, miré una vez el reloj» (fclm.com)